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Universidades, colegios, poderes
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Universidades, colegios, poderes

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Continuando con los libros de matrícula se debe indicar que en ellos también localizamos una serie de deficiencias que no son producidas por errores del escribano. Como ejemplo, entre los datos reflejados sobre los jesuitas, al igual que en el resto de colegios regulares o seculares, no suele reflejarse la procedencia geográfica o social del matriculado;40 también debe ser añadida la destrucción parcial por arranque, correspondiente al curso 1627-1628.41

Como es evidente, tras lo señalado con anterioridad, el número de miembros aforados no siempre es el mismo. Hasta el momento encontrábamos que diferentes especialistas habían señalado el número correspondiente para períodos concretos.42 La tendencia al alza intuida no es errónea, pero sí necesita de diferentes matices.

Como media de todo el período en el cual estuvieron matriculados, poseemos cuarentaitrés jesuitas anuales, siempre aproximados . El primer inconveniente es que los libros de matrícula entre 1570 y 1650 poseen dificultades en once cursos, bien por destrucción parcial o bien por no conservarse.43

Se posee diferentes procesos y tendencias que, aunque no son armónicas, mantienen el mencionado ritmo de alza, remarcándose a partir del período que transcurre entre 1600 y 1650. Pero puntualicemos los datos. La primera subida notable se refleja entre la franja de 1610-1620, cae en la década siguiente y asciende en 1677-1678 a un total de sesenta y siete matriculados, para volver a caer en 1682-1683 a veintiocho matriculados y quedarse por debajo de la media, tanto de la cincuentena (50,7) como de la decena (50,9) anual. A partir de este momento continuará ascendiendo hasta llegar a la cúspide en los cursos 1757-1758 y 1760-1761, con noventa y tres jesuitas reflejados en la matrícula universitaria.

Intentando comprender la vinculación existente entre la matrícula jesuítica y la pugna universitaria, señalaremos, brevemente, algunos ejemplos que entendemos como fundamentales en las relaciones entre ambas instituciones. Con el acto del hermano Prudencio la matrícula parece descender tímidamente, pero como consecuencia de que en el curso 1593-1594 comenzaron las lecciones matinales de la Compañía de Jesús en las Escuelas, parece estabilizarse; no será hasta el curso 1603-1604, momento en el que se sume la licción de la tarde, cuando se evidenciará nuevamente el aumento de forma notable.

Por otro lado, en el trienio que transcurre entre 1625 y 1628, la matrícula vuelve a descender debido, a nuestro entender, a la prohibición del claustro universitario de que los maestros de Teología asistiesen a actos en colegios y monasterios con todas las repercusiones que esto conllevaba; situación de la Compañía que mejora tras la solución. En último lugar, conviene llamar la atención sobre cómo, en el curso 1669-1670,44 aumentará la matrícula casi de forma constante.

Aparecen, por tanto, los indicios del proceso de consolidación de la Compañía dentro del gremio académico. Todo esto debe ser puesto en relación con el testamento de la reina doña Margarita de Austria y la fundación del colegio real, lo que favorece la comprensión de los enfrentamientos entre 1625 y 1628.

A excepción de los períodos en los cuales carecemos de documentación, la evolución de la matrícula universitaria se encuentra profundamente relacionada con el trato existente con el resto del gremio universitario, y más concretamente con el rector y su claustro. Lamentablemente, comienza a realizarse este registro a finales del siglo XVI, cuando empieza la decadencia de la Universidad de Salamanca, por lo que no podemos comprobar si la situación de los jesuitas también se encontraba en detrimento.

Esto es una cosa que sospechamos como incierta, puesto que asistían a las lecciones colegiales y, una vez que poseían sus cátedras de propiedad, los matriculados se situaban siempre por encima de la media del conjunto demográfico del domicilio.

De esta forma queda patente que nos situamos ante una institución universitaria que, a pesar de realizar su vinculación foral, actúa como organismo paralelo a la Universidad de Salamanca. Se trata de una orden internacional que, aun perteneciendo al gremio, aspiraba a una formación propia, con su sistema pedagógico interno y unas aspiraciones concretas que de forma ocasional se mostraban en consonancia con las intenciones del claustro de la Universidad salmantina.

Es decir, con la incorporación en la Universidad de Salamanca, la Compañía de Jesús buscaba una mejora de sus beneficios. Esto se demuestra desde el curso 1593-1594, cuando en el domicilio de Salamanca se empezó a dar prioridad a la formación impartida intramuros frente a aquella que tenía lugar en los generales de patio de escuelas.

En octubre de 1620 se evidencia esta visión: «[…] a 19. Lee el padre Herize este año en Escuelas de Sacramentis ingenere, el padre Matute de justificare, el padre Francisco en casa después deste y, el padre Juan Antonio, prosigue la Epístola ad Pilipen».45

LA ESENCIA DE SALAMANCA

A pesar de que los jesuitas poseyeron un puesto en la Universidad, sus lecciones no dejaron de estar vinculadas a la Orden y a su ya fundado (que no construido) Colegio Real del Espíritu Santo. El auditorio era abundante; aparte del número de jesuitas que acudían, que había ascendido a varias decenas sobrepasando el medio centenar en diversas ocasiones, debía unirse un amplio grupo de seglares y clérigos seculares.

En abril de 1621, estas lecciones en Escuelas fueron interrumpidas por la muerte del primero de los Austrias menores y fundador del Colegio Real: Felipe III. La razón, más allá del luto, era que habían sido ocupadas las estancias por los ornamentos necesarios para el túmulo funerario. La solución tomada por los hijos de san Ignacio fue llevar al general de su domicilio las lecciones que, por norma general, debían perderse y, de esta manera, continuar tanto hermanos como seglares con su formación.46

El colegio de la Compañía podía formar a los miembros de su orden en cualquier momento, tiempo y modalidad, siempre que fuese de puertas para adentro y con asistencia restringida a los externos. Cuando tenemos noticia de que «[…] la Compañía empezó este año [1593] a pretender que se les diese general y hora para leer en la Universidad pues no se les permitía en su casa […]»47 a lo que se está haciendo referencia es a que no se permitía impartir lecciones a externos.

El 7 de febrero de 1622 las clases domésticas no sufrieron impedimento alguno y la matinal universitaria tampoco. Como era costumbre, los estudiantes jesuitas «[…] fueron a Escuelas a lección mañana y tarde, aunque por la tarde no se leyó porque faltaron los seglares».48 En la mayoría de escuelas los oyentes que tenían valor eran aquellos que no pertenecían a la Compañía: una orden que no solamente pretendía ofrecer auxilio a sus hijos, sino también a aquellos que eran externos a sus reglas y constituciones.49 No estamos haciendo referencia a un suceso ocasional, sino que se repitió nuevamente a los dos años.50

La Universidad entendía la dificultad de la situación a la que estamos haciendo referencia. Habían abierto la puerta aun pretendiendo cerrarla. Tal y como hemos señalado, intentaron remediar toda la situación, lo que ocasionó un trienio fuertemente convulso (1625-1628). Todo comenzaría con la determinación del claustro al disponer que los maestros de Teología no podían asistir a los actos celebrados en colegios y monasterios; los jesuitas, que habían realizado la matrícula para poder continuar con estas disputas académicas, se veían fuertemente perjudicados, aunque quedó solucionado en junio de 1627, por las mediaciones del conde duque de Olivares y del confesor real.

En respuesta, el claustro volvió a mover ficha,

A […] 16 [de octubre 1627]. Vino el secretario de Escuelas a notificar que, por quanto por los muchos lectores que concurren a pedir generales, auía inconveniente a tenerle fijo, pidiésemos general y asignatura de lecciones. Respondiose pidiendo traslado y que se oya.51

En el afán de impedir que los seglares escuchasen a los hijos de Ignacio, entendieron como solución la modificación del aula que, al menos desde 1603, sirvió de altavoz en el corazón del hemiciclo universitario. Tras veintitrés años consecutivos, en los cuales tuvieron lugar las dos lecciones en Escuelas, sin oposición, la brecha quedó evidenciada.52 La Universidad había tenido que revocar la determinación de su claustro. El equilibrio logrado tras la matrícula de la Compañía nuevamente entraba en quiebra; era necesario volver a plantear las relaciones mutuas tras la demostración de gallardía con este cambio de general de Escuelas, y la Compañía no se quedaría atrás, tal y como fue demostrado en abril de 1627, cuando fray Cristóbal de Lazarraga, en su acto presidido por el abad de San Bernardo, logró que se cerrase el general tras considerar que el tema discutido, la esencia de la corrección fraterna, atacaba el carisma de la orden ignaciana.53 El presidente de Castilla, así como el inquisidor general,54 tuvieron que tomar medidas. La Universidad recibió una serie de cartas con un tono elevado que evidenciaban tanto el pulso ante el cual se encontraban como sus múltiples repercusiones.

Aparentemente no existían razones para que actuase nuevamente la Universidad contra la Compañía de Jesús, pero tan solo se trata de apariencias. Si nos trasladamos a la capital del Reino encontramos cómo la emperatriz doña María de Austria, en sus últimas voluntades, mandó la creación del Colegio Imperial.55 El empeño de otorgar grados haría que Salamanca y Alcalá se aliasen frente a los jesuitas56 con las siguientes palabras:

[…] la Vniversidad de Salamanca y la de Alcalá acuden a los pies de Vuestra Magestad, suplicándole, humildemente, se sirua de fauorecerlas en la pretensión que los padres de la Compañía han mouido agora, de fundar en esta corte vna Vniuersidad o Estudios Generales, o como ellos la quisieren llamar, de que al Reyno y a todas las dichas vniuersidades y a esta República se le sigue tantos y tan notables perjuyzios, que la dicha fundación no puede ser en seruicio de Vuestra Magestad, como dueño y señor soberano de todo […].57

Una de las formas que encontró la Compañía de mostrar su autoridad y poderío fue, en Salamanca, este cambio de generales; y el apoyo a Jansenio y a la Universidad de Lovaina, en la disputa que internacionalmente se mantenía contra la Societatis Iesu, fue la solución tomada por la facción castellana.

El padre Alonso del Caño, rector del Colegio Real, no vaciló ante esta situación. Fue consciente del simbolismo que comportaban los acontecimientos contra los que se enfrentaba. La inseguridad quedaba demostrada en los gestos y, por ende, actuar con decisión era fundamental. Por tanto, cuando a comienzos del curso 1627-1628 solicitaron las lecciones, lo hicieron de materia, pero no de general, puesto que, tal y como dijeron en su alegato: «[…] ya que le teníamos nosotros señalado».58

La tradición de tan solo algo más de dos décadas se anteponía a la obediencia y respeto de la autoridad. Una situación que se agravaba por momentos, aún más si cabe, como consecuencia de las lecciones que se tenían de forma exclusiva en el domicilio de la Orden59 hasta que se les restituyese el general de escuelas menores.

La Universidad respondió con «[…] un decreto contra los Estatutos que mandaba no se prescribiese en la posesión de los generales aunque ubiese [sic] leído en ellos quince días para podérnoslo siempre quitar».60 A pesar de todos estos intentos, la Compañía demostró por segunda vez, pero no la última en este trienio, su poderío. El 11 de diciembre de 1627 llegó una sentencia de Madrid, en la que se mandaba que no se cambiase nada con respecto a las lecciones universitarias de los jesuitas, ni de aula ni tampoco de materia.61

Lograban imponerse ante el poder del claustro. El 3 de enero de 1628 volvieron a tener lugar las lecciones jesuíticas en Escuelas; por la mañana leyó el padre Hurtado y por la tarde el padre Pimentel. A dichas clases asistió un gran número de oyentes,62 lo cual fue una demostración de las «redes clientelares» establecidas.

Posiblemente, cuando la Universidad fue consciente de que nuevamente perdía el intento de subyugar a la orden religiosa intentó una nueva posibilidad, que tampoco tuvo mejor resultado. Mientras se esperaba una respuesta desde Madrid en relación con la decisión del general de la Compañía, se propusieron insertar un nuevo estatuto que obligase a defender las doctrinas de Santo Tomás.63

Recordemos que los jesuitas podían ser tachados de cualquier asunto, pero acerca de la duda sobre el conocimiento de Tomás de Aquino, máxima en Salamanca, no. Desde los inicios se encargaron de ostentar, incluso ante el maestro fray Pedro de Sotomayor, catedrático de Vísperas, el perfecto conocimiento del fraile dominico.64

El claustro pleno aprobó la propuesta del doctor Pedro de Vega y, rápidamente, actuó la Compañía entrecruzándose los memoriales puesto que, más allá del respeto a Santo Tomás, se pretendía actuar contra la innovación teológica propuesta por los iñiguistas. Esta vez el consejo regio y el pontífice dieron la espalda al Estudio General.

A partir de este momento la situación no pasó por mayores dificultades, pero las heridas abiertas tampoco cicatrizaron y supurarían con el mínimo roce. Los jesuitas continuaron disfrutando de su general en Escuelas, así como de las lecciones impartidas tras la normal solicitud del evangelista Lucas,65 primando siempre para la Orden la asistencia y aprendizaje de estudiantes seglares.

Miércoles [11 de febrero de 1648]. No fueron a Escuelas los hermanos estudiantes por los gastos. Por consulta se determinó leyesen los maestros en casa, y tubieron sus quatro liçiones. Los maestros que leen en Escuelas, leyeron diferente liçión, por no haçer mala obra a los estudiantes seglares, y tubieron liçión asta sábado, víspera de domingo gordo.66

La Compañía continuaba entendiendo las lecciones colegiales como un repaso o ampliación de lo presentado en el general de Teología de la Universidad. Se trata de una situación que ya se daba en diciembre de 1647, tras los incidentes acaecidos por los enfrentamientos entre las naciones de estudiantes,67 o la víspera de la celebración de Corpus en San Isidro que, por estar corriendo novillos a la hora que debían salir a Escuelas, se tuvieron las lecciones en el general del colegio.68

El Colegio Real logró demostrar a todo el gremio universitario que podía defender sus intereses frente a cualquier dificultad. En el siglo XVII supo asentarse notablemente y con autoridad institucional, la cual no pudo ser puesta en entredicho. Logró permanecer y perseverar hasta llegar a la creación de las cátedras de Prima y Vísperas de la Compañía de Jesús en la Universidad de Salamanca en 1668 y posteriormente la de Francisco Suárez en 1721.

CULMINACIÓN DE UNA TRAYECTORIA: LAS CÁTEDRAS DE PROPIEDAD

[Cruz]

La Reyna Governadora.

Venerable rector y Universidad de Salamanca. El licenciado Ioseph González, como protector del Collegio [Real de la Compañía de Jesús], me han suplicado, tenga por bien de interponer mi real autoridad, a fin de que las dos chátedras de Theología, que en el mismo collegio fundó la sereníssima reyna doña Margarita, mi abuela, de gloriosa memoria, y regentan los maesstros de esta sagrada religión en aquella Universidad, sean la una de Prima y la otra de Vísperas y, ambas, de curso, igual en todo a las demás de esta calidad, señaladamente a las dos que poco ha, erigieron y concedieron a mi interposición en la Universidad de Alcalá a esta religión: y estando yo en quenta de que la fundación referida es de patronato real y que, en favorecer y engrandecerla en honores y grados, cooperare al real ánimo, y tanto intento de mi abuela que fue, según consta en su testamento, instituir en ella, uno de los mayores seminarios de la christiandad y, reconociendo que esto mismo redundará en aumento de lustre, crédito, auctoridad y fama de esta Universidad y conveniencia pública de todos estos Reynos, y particular de cada uno de los que acudieren a aprenderla doctrina y enseñanza de aquellas Escuelas, y que será mayor estimación, decoro y adorno de una religión, que tan dignamente está bien recibida, aplaudida y célebre en todo el orbe por sus grandes letras, virtud, prudencia, modestia, obediencia, erudicción y religioso proceder, y que por tantos títulos y méritos tiene grangeado mi cariño y veneración, a exemplo de la que le tubieron mis gloriosos progenitores y, singularmente por lo que en esto desseo gratificar y alentar a Iuan Everardo Nidardo, mi confesor, hijo de la misma religión, en muestras de lo bien servida que me hallo de él; y por el anhelo y fatiga con que se desvela por los intereses del Rey, mi hijo, y desta Monarchía; y últimamente, por considerar que, todo esto se encamma a la mayor honra y gloria de Dios, exaltación y propagación de su santa fee y, por las demás razones que a ello me mueven, he resuelto significaros, como lo hago, que me hallo tan persuadida y satisfecha de vuestras atenciones a darme gusto en todo, que entendiendo le recibiré de que las referidas cáthedras se coloquen en el grado, título y igualdad antes mencionada, no sólo vengais en ello con promptitud y resignación, sino que también, encaminareis los medios y disposiciones que pueden conducir a adelantar y facilitar su execución, como lo fio de vuestro zelo a mi servicio, asegurandoos que, en esto, me le hareis muy agradable y de particular estimación. De Madrid, 10 de enero de 1668.

Yo, la Reyna.69

Las numerosas transformaciones que se han anticipado con los sucesos presentados a lo largo de esta investigación llegaban a su culmen. La gloria universitaria del Colegio Real había llegado. Un domicilio ilustre, solemne y ostentoso lograba su sueño de poder, saliendo victorioso.70 La paz dentro del gremio universitario no será ya un deseo sino que, manteniendo y perpetuando la contradicción, se logrará en el devenir de los años.

Estamos seguros de que ni Ignacio de Loyola, ni Miguel de Torres, ni Antonio Araoz, ni Francisco de Mendoza, entre otros, llegaron a pensar ni tan siquiera a soñar que podría darse tal situación en Salamanca. No solo lograban salvar las dificultades propias por el voto de estudiantes y las consecuentes problemáticas, enfrentamientos e intrigas, sino que recibían la dotación de dos cátedras, una de vísperas y otra de prima, intento que habían perseguido desde 1627.71

Como se observa en la carta de fundación, estas no fueron las únicas creadas para una orden religiosa. Con anterioridad a los jesuitas tenemos a los dominicos (1605 y 1608) y, tras la Compañía, aparecen la de los benedictinos (1692) y la de los franciscanos (1734),72 sin olvidarnos de la jesuítica de Francisco Suárez.73

El Colegio Real había sustentado lecciones en su general de Teología siguiendo las cláusulas testamentarias de su fundadora.74 Lo venía haciendo ya desde el domicilio primitivo, el problema fue que en la nueva fundación, bien por cercanía o bien por poseer reputación, los jesuitas obtenían mayor audiencia que la Universidad.

Nos encontramos ante una doble solución. Los estudiantes no se alejaban de las cátedras universitarias y la Compañía no tenía que temer nuevamente por problemas a la hora del reparto del general o de las materias. Fueron setenta y cuatro los doctores consultados de los que tan solo nueve votaron en su contra.

El diario interno de la institución jesuítica nos narra cómo comenzaron las lecciones con su nuevo estatus:

[el 27 de abril de 1668,] viernes. Vinieron las cédulas reales en forma para poder tomar la posesión de las cátedras.

29. Domingo por la tarde. Se presentaron en claustro pleno dichas cédulas y se tomó la posesión de dichas cátedras. El padre Lynce tomó la posesión de su cátedra de Vísperas y, por el padre Barbiano, la tomó el padre [Elgeta,] ministro.

30. Lunes. Se comenzaron a leer nuestras cátedras a la misma hora que las demás de la Universidad y en el general señalado por la Universidad y confirmado por el consejo.75

La Universidad aceptó sin dificultad. Se lograban equilibrar ambos poderes, quedando vinculados mutuamente en múltiples beneficios, reflejados en las condiciones establecidas.

Las referidas cátedras debían leerse a las mismas horas que sus correspondientes, tanto de la Universidad como de la orden de los predicadores;76 la competencia debía ser notable, pero se partía de una igualdad de condición por el hecho de leerse a la misma hora y en el corazón universitario, algo –que no debe ser olvidado– tan deseado por los hijos de san Ignacio.

Tampoco quedaron atrás al tener como condición:

[…] que dichas dos cátedras de Prima y Vísperas como cátedras de propiedad, gozen y deban gozar de todos los honores y perrogativas y exenciones que tienen y gozan las cátedras de Prima y Vísperas de la universidad y las de la orden de santo Domingo.77

No sólo dos miembros del Colegio Real serían catedráticos sino que, también, lo parecerían y disfrutarían de honra, incluso, en el salario de «[…] ciento y cinquenta florines altos o baxos, como saliexen por el valor de la Universidad, de que ha de dar testimonio su secretario cada año, poniendo para ello renta competente».78 En una sociedad tan dedicada a la ostentación y necesitada de la apariencia, estamos ante un punto de suma importancia.

A cambio de todo esto, la Universidad se aseguraría:

[…] que se han de graduar los padres prouistos de esta religión de lizenziados por la capilla de Santa Bárbara y de maestros de Teulugía [sic], por esta Universidad, dentro de dos años que dispone el Statuto más nuevo.79

De esta manera, quedaban cerradas las puertas para continuar yendo a realizar este proceso a territorio abulense, en la Universidad de Santo Tomás. Posiblemente se trata de un asunto pretendido, no solo por costes, sino también por visibilizar aún más el enfrentamiento con el gremio.

Estas no fueron las únicas condiciones, pero sí las que contenían mayor enjundia. Incluso el escribano Diego Antonio Nieto Cañete llegó a señalar que debían ser aceptadas las dichas cátedras: «[…] con estas y con todas las demás condiciones de las cátedras de santo Domingo que se han [sic] aquí por expresadas […]».80

La situación de las cátedras de propiedad de la Compañía mejoró notablemente en 1675 con la cédula real de Mariana de Austria, en la que permitía al prepósito general de la Orden y, en su nombre, al asistente de España, así como al provincial de Castilla, señalar quiénes debían ser los que optaban a ocupar dichas dignidades.81

A partir de este momento,

[…] quando se hace la renunciación por jubilación, etcétera, imbía el colegio al padre provincial un testimonio del secretario de la Universidad. Item para el nombramiento que remite el padre provincial al Rey, nuestro señor. Imbía el padre rector al mismo padre provincial un tanto de estos nombramientos, los quales con los otros papeles de las cátedras, se hallan en el archivo de la librería, el segundo de la mano derecha, en el caxon «cáthedras de la Universidad».82

CONCLUSIONES

La presente investigación no debe ser entendida como una totalidad culminada e independiente. Hace referencia a una presentación temática que debe ser situada en un conjunto de publicaciones que aspiran a presentar a la Compañía de Jesús y sus relaciones con la Universidad en su período antiguo, es decir, entre 1548 y 1767.

Hemos reflexionado sobre el vivero de la provincia jesuítica de Castilla; un lugar que, a pesar de ser paso obligatorio para todos aquellos que aspiraban a realizar una carrera intelectual, no poseyó sus vistas exclusivamente entre los hijos de san Ignacio. Abierto a estudiantes universitarios que, sin vinculación jurídica con la Compañía, disfrutaban de la IV parte de las constituciones, favoreciendo que dicha institución gozase de una importancia más que notable en el conjunto del fuero académico.

Ignacio Tellechea señaló que «un jesuita podía ser catequista o profesor universitario, confesor de príncipes o portero». En Salamanca se dieron todos estos carismas con importantes repercusiones sociales. Nosotros hemos profundizado en el académico por múltiples razones, entre la que destaca la vinculación gremial del domicilio desde 1570 hasta la dotación de las cátedras de propiedad casi una centuria después –fechas de inicio y de conclusión de este análisis–.

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