
41. [Valencia], Jorge Costilla. Se consulta en la red.
42. Rafael Ramis Barceló: «La configuración y el desarrollo universitario del suarismo en el siglo XVII», en J. L. Fuertes, M. Lázaro Pulido, A. Poncela González y M. I. Zorroza (eds.): Entre el Renacimiento y la Modernidad. Francisco Suárez (1548-1617), Madrid-Porto, Sindéresis, 2018, pp. 267-291.
43. En Ramis: «La configuración…», pp. 270-271. La cita alude al teólogo jesuita Gabriel Vázquez (1549/51-1604).
44. Citado por Ramis: «La configuración…», p. 274.
45. E. Elorduy: «Suárez, Francisco…».
46. Pena, en La Escuela…, adjudica las ediciones antiguas de varios autores, con base en Palau. De él tomo los datos bibliométricos.
47. Pena, en La Escuela…, le atribuye más de setenta ediciones, pero otros catálogos no corroboran varias de ellas. Además, atribuye a Vitoria la Summa sacramentorum ecclesiae, de su discípulo fray Tomás de Chávez, que superó las cuarenta ediciones. Consulté los repertorios virtuales Worldcat y Catálogo del Patrimonio Bibliográfico Español.
48. Barrientos: Repertorio…, p. 151.
49. En Pena, La Escuela…, pp. 528-530. Sobre Chávez, véase arriba nota 47. Barrientos, sin precisar, atribuye a Báñez la afirmación de que Vitoria fue «communis praeceptor huius sholae…». ¿Lapsus? Repertorio…, p. 172.
50. Barrientos: Repertorio…, pp. 115-117.
51. Ibíd., pp. 131-135.
52. Ibíd., pp. 144-147.
53. Barrientos: Repertorio…, pp. 169-172.
54. Ibíd., p. 221.
55. Ibíd., pp. 157-161.
56. Ibíd., p. 149.
57. Luis Enrique Rodríguez-San Pedro y Juan Luis Polo Rodríguez (eds.): Historia de la Universidad de Salamanca, 4 vols. en 5 t., Salamanca, Universidad de Salamanca, 2002-2009.
58. Ana M.ª Carabias Torres: Colegios Mayores: Centros de poder, II, Salamanca, Universidad de Salamanca, 3 vols., 1986, p. 490.
59. Dámaso de Lario: Escuelas de Imperio. La formación de una elite en los Colegios Mayores (siglos XVI-XVII), Madrid, Dykinson, 2019.
60. Historia de la Universidad de Valladolid, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1989, 2 t. En particular los dos capítulos iniciales del primero.
61. Una visión muy anticuada, pero con ricas referencias de archivo, en Gonzalo de Arriaga: Historia del Colegio de san Gregorio de Valladolid, Valladolid, Tipografía Cuesta, 2 vols., 1928-1930.
62. Carta apologética de Martín de Azpilcueta al duque de Alburquerque, gobernador de Milán, de 1589. Pena edita un fragmento en doc. 17. La Escuela…, pp. 518-520. Para la docencia de Silíceo, Enrique Esperabé Arteaga: Historia pragmática e interna de la Universidad de Salamanca, II, Salamanca, Francisco Núñez, 2 vols., 1914-1917, pp. 372-373. Fabrice Quero: Juan Martínez Silíceo (1486?-1557) et la spiritualité de l’Espagne pré-tridentine, París, Honoré Champion, 2014.
63. Lawrence Stone (ed.): The University in Society, Princeton, Princeton University Press, 2 vols., 1974. Richard L. Kagan: Universidad y Sociedad en la España moderna, Madrid, Tecnos, 1981. Fundamental, la obra de Mariano Peset sobre universidades modernas: «Espacio y localización de las universidades hispánicas», Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija de Estudios Sobre la Universidad, Madrid, Universidad Carlos III, 2000, pp. 189-232.
64. Un buen resumen en Antonio Rubial (coord.): La Iglesia en el México Colonial, México, IIH-UNAM, EEyC, 2013.
65. Véanse los cuadros de Hilde de Ridder-Symoens (ed.): Historia de la Universidad en Europa, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2 vols., 1994. En v. I: «Las Universidades en la Edad Media», pp. 72-82, y v. II: «Las Universidades en la Europa Moderna Temprana: 1500-1800», pp. 85-108. Para las del mundo hispánico, véase Mariano Peset.
66. Enrique González González y Víctor Gutiérrez Rodríguez: El poder de las letras. Por una historia social de las universidades de la América hispana en el periodo colonial, México, UNAM-BUAP-UAM-EyC, 2017.
67. Véase, arriba, el apartado sobre la Escuela de Padua.
68. Belda: La Escuela…, pp. 929-931.
69. Ibíd., pp. 934-937.
70. Ibíd., pp. 932-933.
71. Barrientos: Repertorio…, pp. 10-14.
72. José I. Tellechea (apenas citado por varios apologistas de la Escuela) ha estudiado y editado el dilatadísimo proceso contra Carranza (1559-1576) en que Azpilcueta perseveró como su leal abogado. En El arzobispo Carranza y su tiempo, Madrid, Guadarrama, 1968, recopila varios retratos de partidarios y detractores del arzobispo. Pena, en La(s) Escuela(s) de Salamanca…, pp. 374-379, recoge 84 títulos de Tellechea.
73. Clara I. Ramírez: Grupos de poder clerical en las universidades hispánicas I. Los regulares en Salamanca y México durante el siglo XVI, México, UNAM-CESU, 2001, pp. 128-138.
LOS JESUITAS EN LA SALAMANCA UNIVERSITARIA (1570-1668)
ETAPA DE CONSOLIDACIÓN
CRISTO JOSÉ DE LEÓN PERERA
Universidad de Salamanca
INTRODUCCIÓN1
La Orden de san Ignacio, aunque plantase cara a la institución universitaria, siempre tuvo conciencia de la necesidad de poseer vinculación con el gremio académico. Esto es una herramienta para poder continuar con su minucioso desarrollo formativo e intelectual.
De la misma manera que logró su incorporación –de forma lenta pero meticulosa–, fue su escalada y desarrollo dentro del propio fuero universitario; desde su primer registro en la matrícula del curso 1570-1571, hasta que se le dotase en menos de una centuria (1668-1669) de dos cátedras de Teología, propiedad de la Orden en una universidad que hacia 1600, de las treinta y dos existentes en el territorio peninsular, era la más potente gracias a su fuerte financiación.2
Pero para poder comprender todo este entramado y redes establecidas debemos ir por partes, y adentrarnos, posteriormente, en materia. Señálese que, durante algo más de dos décadas (entre 1551 y 1573), en la Salamanca universitaria se asiste a una verdadera transformación cultural, más aún si nos centramos en lo que respecta a su facultad teológica, lo cual es consecuencia directa de la multiplicación de los grupos de presión influyentes en sus cátedras.
Con anterioridad a esta metamorfosis, hasta los años sesenta del siglo XVI, en el fuero universitario salmantino se localizan siete órdenes religiosas: dominicos, agustinos, benedictinos, carmelitas, mercedarios y trinitarios. El contexto inmediato de la presente investigación pertenece a la inserción de los cistercienses, mínimos de san Francisco de Paula, premostratenses, jerónimos, canónigos regulares de santa María de la Vega y, cómo no, la Compañía de Jesús. Nos encontramos haciendo referencia a diferentes carismas dentro de un mismo prisma religioso (el catolicismo romano), pero con múltiples variantes.
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, tanto la Universidad de Salamanca como su ejercicio académico repercutieron en un espacio que debe ser deslocalizado del inminente Patio de Escuelas. Para este período, la vida universitaria, sus relaciones e influencias no solo acontecían en el corazón de los generales de los actuales edificios históricos, sino que se distribuían en veintiséis domicilios seculares y diecinueve regulares.
El colegio de la Compañía corresponde a uno de estos referidos centros de estudio «conventual» en los que la erudición minoritaria de clérigos-profesores era acompañada por una profunda movilidad. En esta investigación pretendemos desentrañar una relación que combina numerosos intereses entre la Universidad y los jesuitas, durante 1570 y 1668. Una relación en la cual el equilibrio «amor-odio» se descompensará de forma continuada.
El gremio estudiantil recibió numerosos beneficios al vincular entre sus filas una orden internacional que llevaría su nombre, aún más si cabe fuera de las fronteras de la Corona tras insertar el método de Salamanca en la IV parte de sus Constituciones.3 A su vez los jesuitas recibían el ortodoxo respaldo de una institución afianzada, que utilizaría como modelo y guía en su organización interna.4
Sin entrar, más de lo obligatoriamente necesario, en los acontecimientos producidos con anterioridad a 1570, aspiramos a analizar la etapa de consolidación de un colegio vinculado a la Universidad, así como cuáles fueron las herramientas utilizadas en este período hasta llegar a la dotación de las cátedras de propiedad en 1668. Se corresponde con una centuria de suma importancia para la historia de la Compañía de Jesús, puesto que en ella se producen no solo transformaciones en el campo de lo académico, sino que tiene lugar la fundación del Colegio Real del Espíritu Santo por la reina doña Margarita de Austria-Estiria, así como la beatificación –por Paulo V– y posterior canonización –por Gregorio XV– del iniciador, padre y maestro Ignacio de Loyola.
JESUITAS, SALAMANCA Y SU COLEGIO UNIVERSITARIO
Como ya hemos señalado en otras ocasiones, los inicios de la andadura jesuítica en Salamanca tienen lugar el 9 de febrero de 15485 (nunca en una fecha anterior),6 bajo la prelatura de don Pedro de Castro.7 Estamos haciendo mención a un momento en el que se cumplieron los anhelos ignacianos8 de abrir un domicilio a la sombra de la Academia de la Corona.9 Salamanca, como parte del conjunto del Imperio hispano, posee similares tendencias al resto del territorio, dividiéndose, su población, en diversas esferas sociopolíticas.
Las peculiaridades de la urbe universitaria se dejaron notar en todo aquello relacionado con la evolución del colegio ignaciano. Inevitablemente fueron múltiples las características que actuaron, ejerciendo un papel preponderante. Como es de esperar, las corrientes políticas que se encontraron en auge con la monarquía católica ocuparon su lugar de importancia, hasta el punto de que entre la facción ideológica de los conocidos como «intimistas»10 se localiza al benefactor –que en ninguno de los casos debe ser tenido por fundador– de este primitivo domicilio.11 De esta manera se cerraban los intentos comenzados en períodos anteriores.12
A pesar de las importantes lagunas historiográficas por las cuales atraviesa la institución a la que hacemos referencia, sabemos que durante toda la trayectoria colegial (y notablemente durante sus primeras décadas) la demografía de estos religiosos estuvo marcada por la admisión entre sus filas de renombrados miembros del claustro universitario salmantino.13 Esto es consecuencia de la fuerte explosión originada dentro de la propia academia como resultado del estilo de vida llevado por los miembros de la Compañía de la ciudad del Tormes, y la figuración del ideal político-religioso existente en el período.
Es necesario que nos situemos en una facultad de Teología,14 con cátedras de Prima, Vísperas, Biblia, Santo Tomás, Escoto, Nominales y con el añadido, entre 1565 y 1581, de la de partidos. Pero aquí no queda la cosa. A partir de 1606 se multiplicaron notablemente estas proyecciones escolásticas.
Es decir, se trata de una ciudad en constante ebullición cultural; asunto del que también fueron partícipes los hijos de san Ignacio. La esencia era conocida por estos religiosos, para quienes, aunque al llegar al aula no les era presentada la inscripción del general de escuelas mayores, puesto que iban a las escuelas menores, la idea no difería: «Qua, rerum divinarum cognitione hominum mentes imbutae, terrena despiciant, coelum votis petant, beatamque jam nunc incipiant vivere vitam».
A pesar de la importancia académica que obtuvieron los jesuitas en Salamanca, previa a 1570, la situación de la institución distaba mucho de poseer el estatus propio de su repercusión intelectual. Esto fue verdadera consecuencia de desiguales pugnas gremiales a pesar de la repercusión lograda por la Compañía de Jesús al abrigo de la Universidad de Salamanca.
Desde el año fundacional hasta 1668 (ya en el domicilio de la actualmente desaparecida parroquia de san Isidro) la demografía posee una tendencia de ascenso, dando como resultado un verdadero déficit en el campo económico.15 El constante aumento del prestigio social de la Orden daba como resultado numerosos adeptos, pero una vida en verdadera y constante dificultad, lo cual no les impidió sobresalir entre el resto de los colegios vinculados al fuero universitario.
Igualmente, debe señalarse que Salamanca fue reconocida entre el conjunto internacional de la Orden por ser en ella donde se encontraba su centro formativo más importante (en todo aquello relacionado con la ciencia teológica) de los distribuidos por el conjunto del territorio de la Corona.
Una vez que han sido presentadas las características fundamentales de esta institución colegial, profundizaremos en los intentos de consolidación para poder presentarse ante el gremio académico como uno de los domicilios intelectuales de la ciudad universitaria.
REFLEJOS DE UNA TRAYECTORIA: MATRÍCULA UNIVERSITARIA
Volvamos nuevamente al año fundacional. Desde el mes de julio, el flamenco Maximiliano Chapelle, uno de los miembros escolares de la Compañía en Salamanca, señala que había escuchado a fray Melchor de Santa Marta, conocido comúnmente como Melchor
Cano, «[…] in scholis, dum publique doceret».16 Por tanto, desde los inicios de la Orden en la «Reina del Tormes» se comenzó a frecuentar (al menos por parte de algunos alumnos aventajados) a los generales de universitarios. Pero, como es obvio, dicha asistencia no significa que se matriculasen.
Tal acto correspondía al hecho por el cual se otorgaba la plena participación en el fuero y en los privilegios académicos. Hacemos referencia a un modo de proceder que se mostraba indispensable para poder optar a graduación, así como para votar en cátedra –beneficio no utilizado por los jesuitas, rompiendo de esta manera las relaciones universitarias establecidas a pesar de las primeras reticencias por parte del gremio– . Se trata de un acto que podía ser realizado a lo largo de todo el curso rectoral de san Martín a san Martín,17 aunque normalmente, salvo casos extravagantes, era realizado en los seis días posteriores a la elección del rector de la academia salmantina.18
La inscripción normalmente era realizada de forma personal, pero en el caso de las instituciones vinculadas, como son los colegios y conventos, solían utilizarse unas listas globales en las que, si era necesario, se señalaba la ausencia del aforado en cuestión. Como ejemplo de esta actuación para la institución que estamos analizando tenemos los ejemplos del padre Pedro Pimentel, siendo lector en el curso 1626-1627,19 o del padre Juan de Montemayor, rector durante el curso 1630-1631.20
Otro privilegio, aunque este más propio de las órdenes religiosas, era que el secretario (en compañía del escribano) acudía a sus domicilios a efectuar la matrícula. Pero dejémonos de generalidades y pasemos al caso concreto de la orden ignaciana.
Aunque anteriormente hemos mencionado a Maximiliano Chapelle como oidor de las lecciones dominicas de patio de escuelas, debe esperarse dos años, al curso 1550-1551, para que los jesuitas asistiesen en cuerpo y forma de comunidad a las aulas universitarias.21 Las lecciones impartidas dentro del paupérrimo colegio por parte del rector Torres no disminuyeron a pesar de la asistencia a la Academia.22 Se trata de un marco temporal en el cual el domicilio de Salamanca se estaba convirtiendo en un lugar fundamentalmente destinado a la erudición intelectual.
A partir de este momento, numerosas fueron las consultas sobre la conveniencia de realizar la matrícula universitaria por parte de la Compañía de Jesús como institución, entrando así en la órbita universitaria.23 La situación histórica encontrada más allá de la urbe universitaria afectó, más de lo que se podía esperar, a los movimientos de los mal llamados «teatinos» en la Universidad de la Corona.
Recuérdese que en 1546 Fernando de Valdés fue nombrado arzobispo de Sevilla. Un año después se prohíbe el acceso al cabildo capitular de la catedral primada a todos aquellos quienes no demostrasen –la preciosa y ansiada– pureza y limpieza de sangre, con todas las consecuencias que de esto se derivarán. Por si no fuera suficiente, en 1559 se prenden férreas hogueras en Valladolid y Sevilla buscando, amargamente, apagar la llama luterana y sus disidencias religiosas. De igual manera, en este mismo año, el inquisidor Valdés publicó su índice de libros prohibidos y, para elevar la compleja situación, el arzobispo Carranza es detenido por el Santo Oficio.
Pero la repercusión de este año no termina ahí. En noviembre, mediante una pragmática regia, se prohíbe que los súbditos hispanos realicen estudios fuera de los territorios de la Corona, salvo las excepciones de Coímbra, Roma, Nápoles y Bolonia. En 1562 Sevilla será la protagonista de otro auto de fe, con el expurgo de libreros y bibliotecas. Finalmente, en 1563 concluye el Concilio de Trento y Felipe II tan solo necesitó un año para promulgar sus conclusiones como leyes del reino.
Durante esta sucesión cronológica los jesuitas de Salamanca fueron avanzando en lo que respecta a su evolución intelectual. Múltiples visitas de los padres Araoz y Nadal acallaron las temidas denuncias de auxiliis y las reticencias por parte de sectores tradicionalistas del gremio universitario. Lenta pero decididamente, la Compañía solicitaba una situación acomodada a sus deseos dentro de la propia normativa académica, fraguándose la víspera de la epifanía de reyes de 1570, cuando Martín Gutiérrez, en nombre del conjunto de la Orden, solicitó formalmente la admisión gremial.24
En este momento, el claustro creó una comisión para que estudiase el caso, la cual volvió a reunirse cinco días más tarde, dictando una opinión favorable al deseo jesuítico, y un añadido del maestro Diego Cuadrado: la no intención ni pretensión de posesión de cátedra.25 Posiblemente, incitado por las redes de la Compañía, Cuadrado favoreció el cumplimiento de las ordenanzas internas de la Orden y así la aceptación por parte de la curia general.26
En la víspera de la Purificación de 157027 se llamó a claustro al rector de la Compañía. Nuevamente se reitera la solicitud de incorporación gremial del colegio, asumiendo esta lo propuesto por el maestro Cuadrado.28 El doctor Gutiérrez supo jugar con los acontecimientos; por su parte, Cuadrado, buscando que, en el caso de que la Compañía llegase a tener influencia dentro de la Universidad, no se pudiese ejercer el voto estudiantil, lo que facilitaría el camino hacia una nueva propuesta petición a los jesuitas.
Al aceptar el padre rector dicha propuesta, la respuesta del claustro fue la pretendida:
[…] luego, los dichos señores arriba tenidos, votaron el dicho pedimento de que arriba se haze mención, en la fee del dicho poder que tiene el dicho Martín Gutiérrez [rector] de la dicha casa e Compañía, e attendiendo el bien e aprovechamiento que ha fecho e haze e se espera que la dicha congregación a de hazer en esta çiudad e Universidad, dixeron que lo incorporaban e incorporaron, e agregaban e agregaron en esta Universidad al dicho colegio e casa e Compañía del Santísimo Nombre de Jesús desta dicha çiudad de Salamanca e a las personas e colegiales del, antes e avientes e por venir, para que, desde oy en adelante y para siempre jamás, como tal colegio incorporado en ella, pueda gozar e goze de los privilegios deste dicho Esttudio, según y cómo y de la manera que lo ha pedido e demandado el dicho padre Martín Gutiérrez. Y, en lo que toca al botar, que piden ser exceptos, e no pretender cátedras, en lo uno y en lo otro y en lo que toca a este artículo, se lo concede ad nutum Universitatis […].29
Se realizó la matrícula gremial de la Compañía de Jesús en la Universidad de Salamanca.30 Con la rúbrica del secretario, Andrés de Guadalajara, a partir de este momento los jesuitas gozaban ya de los privilegios existentes en la Universidad de Salamanca para el conjunto de sus instituciones vinculadas.
En el caso que nos atañe, dicha matrícula no era realizada por la totalidad de los habitantes del domicilio. A modo de aproximación sirvan los siguientes datos: en el primer año de matrícula, curso 1570-1571, la realizaron un 65,22 % de los habitantes, en 1597-1598 un 36,07 %, en 1625-1626 un 51,72 %, en 1645-1646 un 78,82 % y en 1669-1670 un 92,72 %.31
No hacemos referencia a una evolución constante, puesto que influyen numerosas variantes, como el crecimiento demográfico mencionado anteriormente. Así como las pugnas universitarias, también debe tenerse en cuenta que la matrícula no es realizada el mismo día en el que tenemos las referencias demográficas y, por tanto, pueden haberse dado traslados o recibos, por lo que los datos que acabamos de presentar deben ser tenidos como aproximativos y sujetos a diversas variantes.32
A nivel general, en la matrícula universitaria salmantina, fundamentalmente dentro de las órdenes religiosas, encontramos dos facciones. Por un lado, las reglas tradicionalistas que continuaban con el funcionamiento existente en la primera mitad del siglo XVI y, por otro, las innovadoras que rechazaban a las cátedras y sus provisiones –siguiendo la modélica praxis jesuítica–,33 aunque sustentasen actos académicos y su asistencia a las lecciones en escuelas fuese notable.
Las llamadas órdenes tradicionales son las de los benedictinos, dominicos, agustinos, carmelitas calzados, mercedarios, trinitarios, tercera orden de san Francisco, premonstratenses, mínimos de san Antonio de Paula y los canónigos regulares de santa María de la Vega. Entre los innovadores, además de los jesuitas, encontramos a los franciscanos, bernardos, carmelitas descalzos, jerónimos, recoletos agustinos, mercedarios y trinitarios. Hacemos mención a dos formas diferentes de tener vinculación gremial en el estudio universitario.34
Efectuar dicha matrícula tenía un coste. Según el profesor Rodríguez-San Pedro:
Los derechos de matrícula fueron actualizados en 1595 y fijados en 8 maravedís para dignidades y bachilleres; seis maravedís para estudiantes comunes; cuatro maravedís los gramáticos, y matrícula gratuita los hijos de doctores y maestros de la Universidad. Con los fondos así recaudados se financiaban las fiestas de san Nicolás y santa Catalina. No pagar dichos derechos suponía invalidación de la matrícula […].35
En esta ocasión no se señala la cuantía para los colegios y conventos vinculados a la Universidad. Lamentablemente no hemos encontrado dicho importe para todo el período que estamos estudiando, aunque sí para los cursos 1763-1764,36 1766-176737 y 1767-1768.38 Se trata de una relación en la que se indica, en reales, la aportación necesaria para la vinculación del grupo en la institución universitaria.
El colegio de los jesuitas aparece tachado en los cursos de 1763-1764 y 1766-1767, mientras que en el curso 1767-1768 ya no es necesario anularlo. Entendemos que esta es una de las consecuencias de la pragmática sanción de Carlos III. Al expulsarse la Orden también perdían sus miembros la vinculación gremial.
En las escasas referencias que tenemos, el coste al colegio de la Compañía es de quince reales, igual que en los colegios de Cuenca, Oviedo, El Rey, Alcántara, La Vega, San Vicente, San Jerónimo o la Merced Calzada, entre otros. Por encima de dicho coste encontramos, por ejemplo, el colegio del Arzobispo (con treinta reales) o el convento de San Esteban (veinte reales); y con un menor importe tenemos a San Bartolomé y el Trilingüe (ocho reales), Calatrava y San Basilio (doce reales) o a los Irlandeses y la Merced Descalza (siete reales y medio).
Los libros de matrícula, a los que nos encontramos haciendo referencia, poseen diversos errores, fallos de transcripción e incluso olvido de diferentes datos de diversa tipología. Un caso habitual que hallamos para los jesuitas es que no siempre se señalan los lectores o maestros de estudiantes, de Teología o de Artes. Los colegios regulares contaban con los suyos propios,39 así como con la distinción entre lógicos y teólogos, o incluso con el tiempo cursado por el estudiante en cuestión.
Son numerosos los datos de suma importancia para conocer de una manera más precisa la institución jesuítica en Salamanca y sus relaciones universitarias. A pesar de lo cual, en múltiples ocasiones hemos podido solventar estas deficiencias gracias a la utilización de otras fuentes documentales; aparentemente complementarias pero de gran importancia.