
Seduciendo A Una Princesa Americana
"Demasiado cierto", William estuvo de acuerdo. "La quiero, pero a veces actúa como una arpía".
Doblaron la esquina y se dirigieron al Club de Jugadores. William abrió la puerta y le hizo un gesto para que entrara. La sala principal tenía una gran chimenea de mármol con un sofá de color burdeos como punto focal frente a ella. Dos sillas a juego la flanqueaban. Una escalera cercana estaba adornada con una alfombra roja de felpa. Lo que Julián presumía era un comedor estaba a la izquierda, más allá de la escalera. Una larga mesa con al menos veinte sillas. Varias piezas de arte colgaban de las paredes. "Este es un lugar muy lujoso…", dijo Julian y luego señaló un cuadro. "¿No es ese un…?" Señaló una pintura de brillantes flores rosadas y blancas en un jarrón blanco. Podría haber sido un Van Gogh o un Monet, pero no estaba seguro.
William se encogió de hombros. "No sé mucho de arte. Aunque Mark Twain solía ser un visitante habitual aquí. Creo que uno de sus manuscritos originales está en exhibición. No he tenido la oportunidad de ver muchos de los artículos que exhiben aquí".
Interesante… "¿Este es un club para artistas?".
"En gran parte", confirmó William. "Hay otros que no son exactamente artistas, pero crean cosas".
No estaba seguro de lo que eso significaba. "Explícate por favor".
"Nikola Tesla es un miembro", dijo William.
Julian no estaba tan familiarizado con el trabajo del físico, pero había oído su nombre antes. Un científico no era un artista, pero sí, exploraban las posibilidades del mundo. "¿Necesito tener algún tipo de don para ser miembro?".
"Yo no lo tengo", dijo William. "Les gusta mantener una mezcla de artistas por falta de una palabra más precisa, y gente de la clase alta. De esta forma el Club de Jugadores mantiene un equilibrio entre personas con recursos materiales y personas con talentos especiales”. Al parecer este club sería mucho más interesante de lo que había pensado originalmente… "En ese caso…" Hizo un gesto hacia William. "Llévame con la persona con la que necesito hablar sobre la membresía".
No llevó mucho tiempo convencer a los directivos de que consideraran su membresía. No pudieron admitirlo en el acto. Tendría que ser sometido a votación, pero los miembros principales no pensaron que sería un problema. Les agradaba la idea de incorporar al hijo de un duque en sus registros. A Julian le gustaba la fuente de información en la que iba a sumergirse. Todo saldría mejor de lo esperado. Si todo marchaba bien, podría volver a casa antes de lo planeado, y tal vez podría conseguir una misión más interesante. Esta tarea no le gustaba mucho, pero sentía que debía ejecutarla. Si quería hacerse un nombre, tenía que tomar las medidas necesarias para demostrarles a sus superiores que podían confiar en él, sin importar cuan desagradable fuese su trabajo. Lo enviaron a Nueva York porque querían que alguien vigilara al movimiento sufragista.
Inglaterra tenía sus propios problemas con respecto a los derechos de las mujeres, y era prudente que observaran el clima en otras latitudes. Alice Paul era una americana que se había involucrado con las Pankhursts en Inglaterra, y había sido ella la que había llamado la atención de los funcionarios del gobierno. Parte de su tarea era asegurarse de que ella no regresara. Su última estadía en la cárcel no había sido agradable. Por supuesto, era un término suave para lo que ella había soportado. Por su propia terquedad, podría haber muerto de hambre, y se habían visto obligados a alimentarla contra su voluntad. Afortunadamente, sobrevivió y luego regresó a casa. Si se quedaba en su propio país, no debería volver a ser un problema para Inglaterra.
Aunque Alice Paul era parte de su misión, no era el único objetivo. No la seguiría y la espiaría. Parecería extraño si lo hiciera. Era un miembro de la aristocracia, y sería más fácil para él infiltrarse en la sociedad de Nueva York. Haría su parte para parecer un caballero con medios, y en su tiempo libre, husmearía en el movimiento sufragista. Probablemente también había mujeres de las clases altas insatisfechas con su estatus. La Srta. Brianne Collins parecía ser una de ellas…
Su amistad con Alexander y Andrew Marsden le facilitaría acercarse a ella. Por dicho vínculo pudo hablarle en la Estación Penn, pero eso no bastaría para ganarse su confianza. Al parecer le había desagradado a La Srta. Collins. Así que tendría que hacer un gran esfuerzo para hacerla cambiar de opinión. Ella podría ser la persona que necesitaba para espiar a las sufragistas. Los hombres de la alta sociedad eran sus otros objetivos. Eran los que controlarían el clima en los Estados y a un nivel más alto en el gobierno federal. Ya que ellos tenían todas las cartas, por así decirlo, dependería de ellos si se realizaba un cambio.
En cierto modo, Julian no estaba seguro de por qué les importaba lo que estaba pasando en América. ¿Por qué Inglaterra no podía decidir por sí misma si concedía o no más derechos a las mujeres sin guiarse por lo que estaba pasando en el mundo? Era un tema difícil y podía ver por qué los hombres no querían renunciar al control que habían tenido por siempre; sin embargo, las mujeres deberían tener la capacidad de elegir por sí mismas lo que querían para sus vidas sin que nadie las gobernara. Eso no significaba que aprobara algunas de las prácticas en las que participaban las Pankhursts. Eran peligrosas y radicales.
Sin embargo, él cumpliría con su deber. Le gustara o no.
CAPÍTULO TRES
Junio de 1911
Brianne odiaba el teatro. Desafortunadamente, este era uno de los pocos lugares a los que podía ir para ser vista y socializar. Ella nunca entendió el punto de usar el teatro para ese propósito. El único momento en que alguien podía tener una conversación era durante el intermedio. El resto del tiempo se encontraba encerrada en un palco privado, para aquellos lo suficientemente ricos como para permitirse uno, (y afortunadamente su familia lo era), o metida en los pequeños asientos de la parte principal del teatro. Nunca había asistido a una obra que le gustara, y como debutante, había asistido a muchas. Pero al menos esto le había dado excusa para vestirse con elegancia. Su vestido era de una indulgente seda violeta con una delicada capa de encaje. Incluso tenía una suave estola blanca que le cubría los hombros para protegerlos del frío y se había adornado el cabello con perlas, casi parecía llevar una corona.
Entraron en el Teatro Harris y fueron al palco que les habían prestado durante su estancia en Nueva York. William llevó a Brianne y a su madre al palco. Al parecer tampoco estaba disfrutando mucho estar en el teatro. Habían estado en la ciudad un mes entero, y hasta ahora, no estaba a la altura de sus expectativas. Era tan aburrido como Lilimar y no mostraba signos de hacerla vivir algo emocionante.
William corrió la cortina que llevaba a su palco y les hizo un gesto para que entraran. Su madre entró primero y se sentó en el lado derecho del reservado, y William se sentó a su lado. Brianne entró después de ella y se detuvo cuando observó a un hombre familiar ya sentado en el reservado. Maldición. Se vería obligada a hablar con la bestia malvada durante la obra porque su asiento estaba justo al lado de él. “Mi señor", dijo Brianne haciendo una reverencia. Su madre le enseñó las normas de etiqueta adecuadas, y aunque creció en América, Brianne no negaba sus raíces inglesas. Julian Kendall era el hijo de un duque, y ese vínculo debía ser respetado. "No sabía que conocía a los Dewitt". Los Dewitts eran la familia propietaria del reservado que usaban esa noche. Se sentó a la derecha de Julian y William se sentó junto a su madre.
"Somos familia", respondió con suavidad. "De forma indirecta. Tenemos un parentesco por parte de mi tatarabuela Alys Dewitt Kendall, pero nunca entendí el vínculo. He aprendido a no cuestionar las rarezas de mi familia, ni a nada que involucre a esta abuela en particular".
A Brianne no le importaba su vínculo con la familia Dewitt. Desearía haberlo sabido antes de aceptar salir esta noche. William había sugerido el teatro. Debería haberse dado cuenta de que era una mala idea solo por eso. Su hermano nunca sugería salir de la casa, y odiaba el entretenimiento. De acuerdo, quizás estaba exagerando un poco, pero Brianne no podía recordar la última vez que estuvo tan irritada. "Fascinante", dijo con sarcasmo. "Por favor, cuénteme más". Su voz no podría estar más desprovista de emoción. Esperaba que no tomara sus palabras como un estímulo.
"Princesa", dijo Julian y luego se rio con ligereza. Como si ese término en particular de cariño le causara gracia. Esto sirvió para aumentar su irritación. "No se preocupe, no me atrevería a exponer los detalles de mis relaciones. Eso es para los individuos que ya son parte de la familia o que tienen la oportunidad de convertirse en uno de nuestros estimados miembros".
En cuanto a los insultos… este en particular fue como una fuerte bofetada. ¿Cómo se atreve? "Entonces es una suerte que no tenga aspiraciones de vincularme a alguien cercano y querido por usted". Se inclinó un poco más cerca de él y le dijo en un áspero susurro: "Prefiero apuñalarme en el ojo y girar el cuchillo que pasar el resto de mis días a su lado".
Desde su desencuentro en la Estación Penn. Brianne lo había evitado al máximo. Era un hombre muy desagradable. Había venido a su casa varias veces para conversar con William. Ella había hecho todo lo posible para evitarlo en cada ocasión. Hubo una vez en la que lo vio caminando por Gramercy Park y giró a propósito en la dirección opuesta.
"Fabuloso", contestó él suavemente. "Entonces estamos completamente de acuerdo". Se acomodó en su asiento y miró fijamente al escenario. "¿Qué sabes de la obra que estamos a punto de ver?"
Nada. Porque realmente no le importaba de qué se trataba. Echó un vistazo al teatro. Había una razón por la que había aceptado asistir, y no tenía nada que ver con la actuación. Inclinó la cabeza hacia un lado. ¿Dónde estaban todas las señoritas de la alta sociedad y sus madres? ¿Y los caballeros en busca de una esposa? Este no era el público normal que ella estaba acostumbrada a ver en el teatro. "¿Qué tipo de lugar es este?".
"Está bajo una nueva administración", respondió Julian. "Conozco al propietario, Henry Harris. Es miembro de mi nuevo club. William y yo le dijimos que asistiríamos a la actuación de esta noche. Está emocionado, es su primer musical".
"¿Musical?" Ella se quejó. "Tengo miedo de lo que eso significa".
Julián sonrió casi maniáticamente o tal vez fue con alegría. De cualquier manera, a ella no le agradó. "Estoy seguro de que será maravilloso. Tiene todo: romance, intriga, drama familiar…". "Déjeme adivinar", comenzó. "Todo listo para la música".
"Me han dicho que puede haber canto involucrado. Y, Miss Collins", dijo él de manera siniestra. "Dura más de cinco horas. Espero que esté preparada para estar aquí por un largo rato".
No pudo evitar que un gruñido se escapara de su boca. Brianne se llevó la mano a los labios, pero ya era demasiado tarde. ¿Por qué estaba siendo castigada? Cinco horas con Julian Kendall como su compañero de teatro. Alguien, en algún lugar, la odiaba. "Shh", dijo ella. "El telón se ha abierto".
"No me engaña", dijo Julian en un susurro. Estaba tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su piel. "Puedo ver a través de usted. No hay mucha sustancia en usted. Una dama que quiere cambiar el mundo disfrutaría más persiguiendo objetivos que participando en frívolas reuniones sociales".
Brianne apretó los dientes. No mordió el anzuelo. No lo haría. Maldita sea, no tenía autocontrol. "Entonces es bueno que no tenga aspiraciones reales de alterar nada del mundo en el que vivo. Estoy perfectamente contenta con mi vida. ¿Por qué desearía algo diferente?" Se volvió hacia él y levantó una ceja. "Tengo todo lo que quiero. Dinero y todo lo que el lujo puede proporcionarme".
"Realmente no desea cambiar nada, ¿verdad?" Casi parecía desconcertado ante esa revelación. "¿Qué hay de su amiga?"
"¿Qué amiga?" No tenía ni idea de a qué, o mejor dicho, a quién se refería.
"Alice Paul", respondió.Le tomó un minuto recordar el nombre. ¿"La mujer de la estación de tren"? ¿Por qué me preocuparía por ella? Apenas la conozco a la dama"
"Ella cree en los derechos de la mujer – trabajo sufragista", dijo. Todavía había un poco de confusión en su voz.
"Oh, eso," Brianne le respondió con desdén. "Es mi prima, Angeline, a la que le interesan esas cosas. En lo que a mí respecta, si no funciona mal, no veo ninguna razón para ir a cambiar o arreglar las cosas. ¿Por qué querría votar? Es tan aburrido…".
Julián sacudió la cabeza y permaneció en silencio. Volvió su atención a la obra y la dejó tranquila durante el resto de la actuación. Brianne probablemente debería preocuparse por eso, pero estaba demasiado aliviada para cuestionarlo.

El calor en la ciudad de Nueva York no era tan insoportable como un día de verano en Carolina del Sur, pero eso no decía mucho. El aire parecía más espeso en Lilimar. Todavía había mucha humedad en la ciudad, y Brianne anhelaba la frescura del otoño. Miraba alrededor del parque donde paseaba. La verde exuberancia del Parque Gramercy era relajante, incluso en el calor del verano. A Brianne no se le permitía salir mucho en la ciudad. Gramercy Park era una de las pocas excepciones. Ya que el parque estaba disponible para aquellos que tenían propiedades en los alrededores, William y su padre confiaban en que ella estaría segura detrás de la verja cerrada que lo rodeaba. Por esa razón, Brianne se aseguraba de aprovechar su acceso al parque tan a menudo como fuera posible.
Hoy se había puesto un vestido azul claro y llevaba una sombrilla a juego para protegerse del sol. Sería horrible que su piel se dorase. Solo los que formaban parte de la clase trabajadora se tostaban la piel.
No había mucha gente en el parque, y eso le convenía a Brianne. Ella no quería hablar con nadie, y estaba disfrutando de la tranquilidad del lugar. Dobló una esquina y se dirigió a un banco cercano situado bajo un gran roble. El área sombreada estaría más fresca, y podría descansar un poco.
Cuando llegó al banco, se sentó y cerró su paraguas, y luego inclinó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Respiró profundamente y luego exhaló. Algo en el parque la calmaba y aliviaba su alma, y no quiso cuestionarlo. Tal vez era hora de aceptar la derrota y decirle a su madre que quería volver a casa. William se había ido hace un mes después de la llegada de su padre. Brianne casi había cedido entonces, pero se mantuvo firme. Si cedía demasiado pronto, nunca le permitirían ninguna libertad.
"¿Quiero saber qué hace usted aquí sola?" El familiar estruendo de la profunda voz de barítono de Julián interrumpió sus reflexiones. "¿Prefieres que me marche?" No habían hablado mucho desde el musical al que habían asistido juntos. Ella debería ser amable. Tal vez lo sería si él fuese un poco más agradable. Él se había comportado como un idiota durante su conversación en el teatro. No quería sentirse atraída por él, aunque fuera un poco encantador. Bueno, cuando no la llamaba frívola y la juzgaba.
"Es bastante tarde para hacer eso, ¿no?" Abrió los ojos y se encontró con su mirada. "Podría haber seguido su camino. Dígame, mi señor, ¿por qué siente la necesidad de molestarme cada vez que nos cruzamos?”.
"Porque, princesa", comenzó. "Es bastante entretenido".
Ohhh. Ella lo odiaba. Brianne respiró profundamente e intentó controlar su temperamento. "No hay nada aquí que pueda divertirle. Siéntase libre de continuar su paseo por el parque, solo".
Cerró los ojos y rezó por paciencia. No era uno de sus puntos fuertes, y él la descontrolaba con su sola presencia. Brianne no podía recordar ni una vez que sus conversaciones no comenzaran y terminaran en una discusión. Todo lo que ella quería era un tiempo a solas, y él había arruinado esa posibilidad. Tampoco mostraba ningún signo de dejarla en paz.
"¿Por qué debería dar un paseo solitario cuando está claro que usted está en una situación desesperada?".
"¿Yo?" Levantó una ceja y luego miró alrededor del área. "Por favor, dígame, ¿cómo exactamente?".
"Está sola, y eso no está bien. Una mujer de su posición nunca debe ser abandonada a sus propios caprichos. Podría llevarla por un camino de destrucción".
"Confíe en mí", dijo con firmeza. "Estoy perfectamente bien. He disfrutado de todo lo que este parque tiene para ofrecer desde que llegué a la ciudad. No requiero su presencia para garantizar mi seguridad".
"¿Quién dijo algo sobre su seguridad?" Sacudió la cabeza. Luego dijo con la cara seria: "No, estoy más preocupado por todos los demás habitantes de Gramercy. Una mujer como usted es peligrosa. Puede que empiece a pensar, y eso la llevará a ejecutar".
"Ahora está diciendo tonterías." ¿Ha perdido la cabeza? "Ya estoy pensando, y en cierto sentido, haciendo. Márchese antes de que su locura se transfiera a mí de alguna manera. No le quiero cerca si es contagioso".
Sus labios se movieron ligeramente. "Venga", dijo y extendió su mano. "Camine conmigo un rato. Siento curiosidad por usted".
Él ya había arruinado su soledad, así que ella decidió seguirle la corriente. Brianne puso su mano en la suya y se puso de pie. Caminaron en silencio durante varios minutos. Ella odiaba admitirlo en voz alta, pero también sentía curiosidad por él. "Nunca mencionó qué le trajo a Nueva York".
"¿No lo hice?".
"No", dijo. "Al menos no recuerdo que lo hiciera. Puede que sí, y no le presté atención o lo olvidé por completo. Esto puede sorprenderle, pero mis días no empiezan ni terminan pensando en usted".
Sus suaves risas resonaron a su alrededor. "Me parece justo. Estoy aquí más o menos de vacaciones".
"Eso quiere decir que también está aquí por otro motivo".
"Puede que así sea", dijo, pero no dio más detalles. "Hablemos de otra cosa".
A ella le desagradó que no le contara más. Brianne juró que en el futuro le sacaría más información. "¿Como qué?" Ella le permitiría cambiar de tema, pero él había despertado su curiosidad. Realmente no le importaba la razón por la que había venido a Nueva York. Pero el hecho de que él se negara a decírselo la hizo querer descubrir la verdad.
"¿Cuánto tiempo va a estar en Nueva York?”.
Brianne estuvo a punto de irse a casa antes de encontrarse con Julian en el parque. Y ahora, deseaba quedarse más tiempo. Tal vez debía encontrar algo más para ocupar su tiempo. Las reuniones sociales la decepcionaron profundamente. Debería haberlo imaginado, por supuesto. Eran aburridas en Carolina del Sur, y eran igualmente aburridas en Nueva York. El hecho de que estuvieran en la ciudad no cambiaba el resultado. Tenía que actuar como una dama en toda la norma, y no había ninguna emoción en eso. "No lo sé", respondió y se encogió de hombros. "Mi madre se quedará todo el tiempo que yo quiera quedarme. Espero que volvamos durante el invierno, pero eso podría cambiar".
Asintió con la cabeza. "Estar en casa será más agradable durante los meses más fríos; eso tiene sentido. Pero he oído que Nueva York en invierno es algo digno de verse".
"Tal vez", estuvo de acuerdo. ¿Realmente quería quedarse en la ciudad tanto tiempo? "¿Se da cuenta de que esta es la primera conversación civilizada que hemos tenido?".
"No querríamos empezar a llevarnos bien ahora, ¿verdad?”, dijo sonriendo con arrogancia. "La acompañaré a casa".
No entendía a este hombre, y empezaba a creer que nunca lo haría. ¿Por qué era tan enigmático?, y ¿qué había cambiado en él que parecía estar siendo… casi amable con ella? Brianne se mordisqueó el labio inferior y le permitió acompañarla a casa. Ella descubriría todos sus secretos, y luego tal vez, después de lograr esa hazaña, volvería a casa. Descubrir los secretos de Julian Kendall tendría que bastar como entretenimiento, y algo le decía que esto sería mucho más fascinante de lo que podía imaginar.
CAPÍTULO CUATRO
Brianne se había vestido con esmero para el baile en Dewitt's. Llevaba un vestido de seda púrpura oscuro con encaje blanco en la parte superior. Su cabello marrón dorado estaba decorado con perlas y entretejido en un moño. Deseaba estar emocionada por el baile, pero solo quería quedarse en casa. Todas las reuniones sociales se habían vuelto tediosas.
Su madre bajó las escaleras junto a ella. No anunciaron su llegada formalmente como en Inglaterra, pero la lista de invitados era igual de glamorosa. "Parece que todos aceptaron la invitación de la Sra. Dewitt", dijo su madre. "Deberías tener muchas parejas de baile esta noche".
Brianne se encogió de hombros. "Supongo que sí". A ella no le importaba de cualquier manera. Tal vez podría escapar y explorar la biblioteca. Mirar la colección de libros de una persona revelaba mucho sobre sus gustos y su personalidad.
Se dirigieron a la anfitriona y la saludaron, luego su madre la despidió. "Ve a hablar con tus amigos y diviértete". A veces su madre era la peor acompañante. ¿No le importaba si algún sinvergüenza la seducía? "Voy a sentarme con las matronas a cotillear un rato."
"Muy bien", dijo y se dirigió a un camarero con una bandeja de champán. Tomó una copa y se la tomó de un solo trago.
"Supongo que le gusta el champán", dijo un hombre. Levantó la vista y se encontró con la mirada de Julián.
"Márchese", dijo. Brianne no necesitaba que él le arruinara la noche. Solo quería marcharse de ese lugar. "Encuentre a alguien más a quien molestar".
"Pero, princesa", dijo. "Usted es mi persona favorita aquí. ¿Por qué la abandonaría en un momento de necesidad?".
Puso los ojos en blanco y depositó la copa vacía en la bandeja que portaba un camarero. "Confíe en mí, mi señor", le dijo a Julián. "No le necesito".
"Claro que sí", insistió y la tomó del brazo. "Venga a bailar conmigo".
Sería descortés apartarlo, así que le permitió llevarla a la pista. Los acordes de un vals inundaron el salón de baile. Él la tomó en sus brazos y marcó el compás sin esfuerzo. "Usted es bueno en esto".
"¿Bailando?”, dijo él levantando una ceja. "Debería serlo. Mi padre insistió en que tuviera los mejores profesores de baile. Sus hijos no lo avergonzarían en la sociedad".
Eso le pareció casi… siniestro. "¿No tiene una buena relación con su padre?" Brianne tenía una relación maravillosa con sus dos padres.
"Nos llevamos bien", respondió, pero no dio detalles. Apartó la vista de ella y la hizo girar por el suelo.
Ella pensó que debería decirle algo, pero no tenía idea. A veces le costaba entablar una conversación. Prefería leer un libro que hablar de cosas inútiles. Por suerte no tenía que hacer nada. Él volvió su atención hacia ella y le mostró una de sus encantadoras sonrisas. El tipo de sonrisa que tienta a una dama a hacer travesuras que jamás haría. Brianne quería creer que no la afectaba, pero tampoco se mentía a sí misma. "Está encantadora esta noche". Su voz era como miel ardiente goteando con dulzura.
"No necesita fingir conmigo", lo reprendió. "No soy una de sus conquistas". Se negaba a serlo.
"No le haría eso", insistió él. "No hay nada falso entre nosotros".
Brianne quería creerle, pero no podía. Si se lo permitía, podría desarrollar sentimientos muy reales por Julian. Algo de él le atraía. Incluso cuando la trataba en forma sarcástica, no podía evitar sentirse cautivada por él. Él la seducía de como ningún otro hombre lo había hecho. Los acordes del vals terminaron, y ella se alejó de él. No miró hacia atrás al salir de la pista de baile. Era hora de escabullirse y encontrar la biblioteca o al menos algún lugar donde la presencia de Julian no devorara todo.

Julian no había reunido tanta información como le hubiera gustado. Los informes a sus superiores eran cada vez más breves. Las sufragistas no habían hecho ningún avance en su movimiento, y él esperaba órdenes de la oficina central. Hasta entonces, continuaría en América e intentaría disfrutar de su tiempo allí.
Hoy era un día festivo para los yanquis. Celebraban su día de acción de gracias. Fue invitado a cenar con la familia Collins. Durante su estancia en Nueva York, había llegado a encariñarse con toda la familia. Incluso con Brianne… En cierto modo, era una chica tonta. No parecía creer que hubiera ninguna razón para hacer cambios en su vida. Por algún motivo, a pesar de su misión de vigilar a las sufragistas que querían lograr grandes cambios, Julian estaba molesto con la actitud indolente de Brianne. ¿Por qué no querría más derechos, más libertad y oportunidades? Si se le negaran las libertades fundamentales básicas, él jamás lo toleraría.